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Txema Villalobos, copiloto clave de Isidre Esteve

Sus soluciones mecánicas en mitad del desierto le han valido el apodo de 'MacGyver'

Foto: Edo Photo
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Todo equipo de competición necesita su ángel de la guarda, su salvavidas, su hombre o mujer para todo. En el Repsol Toyota Rally Team, esa figura la encarna José María ‘Txema’ Villalobos (Palafrugell, Girona, 1974), copiloto de Isidre Esteve y apodado MacGyver en el vivac del Rally Dakar por sus arreglos inesperados en mitad del desierto en situaciones extremas. El de Calonge (Girona) ha sido fundamental al lado del piloto ilerdense desde hace años. Él es quien se baja del vehículo cuando hay un problema, y el próximo enero disputará su novena edición junto a Esteve.

Villalobos vino al mundo en las mismas fechas en las que, cuatro años más tarde, arrancaría la primera edición del Rally Dakar, la carrera de su vida. Desde bien pequeño, comenzó a ver desde el sofá de casa, junto a su padre, a aquellos intrépidos aventureros que se adentraban en los desiertos desconocidos de África. Pero, por encima de todos ellos, hubo uno que capturó su atención de niño para siempre: el finlandés Ari Vatanen. Villalobos reconoce que siempre fue su ídolo y que tenía todos sus coches de competición en miniatura. “Cuando bebía el vaso de leche en el podio, se me saltaban las lágrimas”, recuerda.

Mecánico de profesión, tuvo la oportunidad de dar sus primeros pasos en el rally más duro del mundo allá por el año 2000, cuando comenzó a entender la idiosincrasia de la carrera como miembro del equipo de asistencia de Salvador Servià en la edición Dakar–El Cairo. El piloto catalán acabaría cuarto ese año y ‘Txema’, como todo el mundo de las carreras le conoce, iniciaría una andadura que le ha llevado a conocer los desiertos de África, América del Sur y Arabia Saudí.
Foto: Edo Photo
En 2008, se encargó de preparar el SsangYong Kyron adaptado con el que Isidre Esteve volvió a competir en el Rally Dakar 2009, dos años después del accidente en la Baja Almanzora que le provocó una lesión medular irreversible. El piloto catalán vio en Villalobos una apuesta de futuro y, en 2012, le encomendó la responsabilidad de copilotarle en su regreso a la competición gracias al Cojín Inteligente (después rebautizado como Nubolo), que culminó con su retorno a los desiertos de Sudamérica en 2017. Desde entonces, ambos han compartido decenas de carreras, anécdotas y momentos fuera y dentro de la cabina de su 4x4, así como ocho ediciones dakarianas consecutivas.

Villalobos tiene decenas de anécdotas grabadas a fuego en la retina y en la memoria, pero uno de los momentos que explica la dureza y la exigencia de su labor es el de la primera parte de la etapa Maratón del Rally Dakar 2023. El equipo Repsol Toyota Rally Team llegó a las dos especiales sin asistencia al acecho del top 20 de la general (22º). Después de los 180 primeros kilómetros (de los 275 en total) sin sobresaltos en el Empty Quarter (el inmenso desierto del sur de la Península Arábiga), comenzó la odisea.

Al saltar una duna, el motor del Toyota Hilux se detuvo y, cuando Esteve intentó volver a arrancarlo, se dieron cuenta de que no iba a ser posible; el motor de arranque había dicho ‘basta’. Villalobos tuvo que bajarse para empujar cuesta abajo el vehículo con todas sus ganas, después de liberar de arena las ruedas delanteras, y Esteve logró arrancar en segunda marcha. Por delante: casi 100 km de máxima tensión, donde el 4x4 no podía volver a calarse. La pareja española gestionó a la perfección el reto, pero en la doble cresta de la última duna, sus peores temores se hicieron realidad y durante tres horas Villalobos tuvo que desmontar todos los bajos del coche, antes de idear un arreglo ingenioso para lograr acabar la etapa.
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"Nos había salido una primera parte de carrera estupenda; estábamos cerca del top 20, y ese día habíamos adelantado muchísimos vehículos que se quedaron atascados en las dunas. Pero en los últimos kilómetros de la jornada, tras haber sufrido un fallo del motor de arranque pasada la mitad de la especial, vivimos una odisea de película. Era un lugar muy alto, los coches de detrás ya no pasaban por ahí y nadie nos podía tirar con la eslinga, ni siquiera los camiones. Me arrastré debajo del coche, saqué el motor de arranque, lo desmonté pieza por pieza, vi cuál era la parte que no funcionaba y conseguí hacer un apaño para que, al tirar con una cuerda y acelerar a la vez, el coche arrancara”, recuerda Villalobos la experiencia.

“David Castera –director del Rally Dakar– había llegado con el helicóptero para ver qué pasaba. Nos insistía en que teníamos que irnos de ahí por las horas que eran, pero nadie pasaba a tirar de nosotros. Conseguimos arrancar mientras él aún estaba ahí e Isidre logró sacarlo con mucha habilidad. Yo dejé instalado el sistema de la cuerda para que si se volvía a parar pudiera activarlo desde mi asiento. Tardamos muchísimo, pero logramos salir y acabar la primera parte de la Maratón. Al llegar al vivac, tuve que desmontarlo todo y volver a colocar bien el sistema que me había inventado para el día siguiente”.
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“Tengo un recuerdo agridulce: fue muy duro, pasamos muchísimo calor en mitad de la nada durante tres horas, pero me sentí muy bien por haber logrado hacer algo así y haber salvado aquella jornada. En el campamento, Castera y los mecánicos del camión T4 me empezaron a llamar MacGyver al ver el invento que había hecho”, recuerda entre risas. “Me siento orgulloso de que Isidre siga confiando en mí para esta aventura. Hemos vivido experiencias de todos los colores, pero casi siempre logramos encontrar una solución, por complicado que parezca”, concluye.

‘Txema’ es la mano derecha del piloto de Oliana, un copiloto sólido y un seguro vital cuando se trata de solucionar algún imprevisto mecánico, por complejo que sea. Su tarea es la de guiar a Esteve entre las dunas y cruces de pistas, pero también la de cambiar neumáticos en mitad del desierto, reparar cualquier tipo de avería por sí mismo y apoyar al ilerdense en todas sus apuestas competitivas.

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